Es innegable por desgracia que la Unión Europea no ha dado la talla en el plan de inmunización contra el coronavirus. Ylo peor es que sigue sin estar a la altura. Lo ocurrido con la vacuna AstraZeneca ha terminado por minar la confianza de la ciudadanía. Aunque la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) no es un organismo político, a nadie se le escapa su extraordinaria responsabilidad en las actuales circunstancias. Y su informe sobre la relación entre el inmunizante anglosueco y los raros c

asos de trombosis detectados resulta tan vago, tan poco concluyente sobre nada, que

provocó una fuerte división

entre los ministros de Sanidad de los Veintisiete que ha dado paso a que ahora cada país haga de su capa un sayo, con estrategias contradictorias, generando una incertidumbre enorme.Es la enésima demostración de escasa capacidad de gestión de las autoridades comunitarias. Algo que tiene réplica agravada en gobiernos nacionales como el español. De seguir así, Darias acabará haciendo bueno a Illa, que ya es decir, porque no se puede afrontar una cuestión tan trascendental para la salud y para la economía con tan escaso rigor, tantos tumbos y tan nula capacidad para generar confianza. Hoy millones de españoles que ya han recibido la primera dosis de AstraZeneca o los que la esperan carecen de certezas.

La suspensión de la vacunación

a quienes tengan menos de 60 años -sin que esté claro tampoco qué ocurrirá con los mayores de 69- no está avalada por criterios científicos y se ha adoptado sin alternativas.La UE se está dejando muchos pelos en la gatera con su errática gestión.

Víctima de cierta arrogancia y sentimiento de superioridad

, pero también de una anquilosada maquinaria burocrática del todo ineficiente ante situaciones de crisis como la pandemia, su programa de adquisiciones conjuntas de vacunas para los Veintisiete se ha demostrado un fiasco en comparación con lo ocurrido en otras naciones. Se tardó mucho en aprobar las vacunas, se negociaron muy mal los contratos y no se previeron escenarios como el que padecemos desde diciembre, de absoluta escasez de dosis. Ante la ineptitud de Bruselas -sumada al horizonte electoral alemán-, resultan inevitables iniciativas como la de Baviera, que ha firmado por su cuenta un contrato para adquirir viales de Sputnik cuando la EMA dé el visto bueno, lo que ha precipitado que el Gobierno de Merkel anuncie lo mismo, enmendando por la vía de los hechos la fallida compra conjunta de la UE. Y, aquí, enseguida todas las autonomías españolas se han puesto a imitar a Ayuso y a Ximo Puig y se interesan por adquisiciones propias al tiempo que urgen a Moncloa a buscar vacunas como sea, lo que deja en evidencia la falta de liderazgo de Sánchez, cuyo mitin del martes hoy se antoja una broma.

Sánchez ha hecho dejación de responsabilidades

en esta grave crisis, descargándolo todo en Bruselas y en las comunidades autónomas. Y con irresponsable suficiencia, ahora anuncia que no va a prorrogar el estado de alarma más allá del 9 de mayo, cuando se ha negado desde hace un año a adoptar los cambios legales necesarios para que las autonomías puedan gestionar la situación sin necesidad de este abuso de la excepcionalidad constitucional. Hasta el Consejo de Estado ha exigido al Gobierno una actualización normativa. Pero Sánchez solo tiene tiempo para la propaganda y la campaña contra Ayuso.

Para seguir leyendo gratis

Inicia sesiónRegístrate

O suscríbete a Premium y tendrás acceso a todo el contenido web de El Mundo

Conforme a los criterios deThe Trust Project

Saber más